Los tiempos modernos exigen que nos adaptemos muy rápidamente a las innovaciones. Las tareas complicadas se hacen simples con unos pocos clicks; lo que la semana pasada significaba una cosa hoy ya es otra o ya no existe.
Y como si fuera poco, ahora todo el mundo es fanático de nuestro crecimiento personal. Nos abruman con herramientas y métodos probados por algún especialista de renombre, para “desbloquear nuestro potencial”. Vivir plenamente se ha vuelto un negocio y cambiar es la última tendencia.
Cada día somos más conscientes del poder de la mente, la inteligencia emocional, y otras cosas, que nos llevan a querer más. Cómo cambiar tu vida en 1 mes, cómo triunfar en el amor, y demás guías que con tan solo leer el título, nos dan alivio.
Puede pasar que tras entrar a este mundo de superación, ves que las cosas sí cambian…pero a su propio ritmo (quizás hasta te sientas un poco usado por el sistema). Es más, muchas veces sólo algunas cosas cambian como lo esperamos.
El cambio está en el aire, y no obstante, en el fondo todo se siente igual.
Si esta es o ha sido tu situación en el pasado, lo más posible es que confundas el cambio con el progreso. Que no te sorprenda. Nos bombardean con tanta información sobre el tema, que al final todo parece ser lo mismo. Empero, saber la diferencia puede ser la clave para comprender mejor la vida misma.
El cambio es inevitable. Todo lo que existe dentro y fuera de nuestra realidad se transforma con el paso del tiempo. Es como el secreto de la vida. Tiene tanta fuerza, que hasta la naturaleza cede a ello. Aquello que no cambia, sencillamente no existe.
El cambio es la divisa del universo. Aquello que seguirá existiendo, cambiará. Para bien o para mal, pero no se quedará igual. Somos un buen ejemplo. El hombre de hoy es otro mundo comparado con el ciudadano de hace 5 décadas…un mundo menos verde, más mío, menos nuestro. Esta es la cereza del pastel: el universo no es responsable de hacia dónde nos lleve el cambio.
El progreso es el resultado externo de un cambio interior, hecho de forma consciente. Es decir, antes de progresar, debo tomar la decisión de así hacerlo. Esto es lo que llamamos cambiar para bien.
A diferencia del cambio que es incontrolable, si el progreso no se controla, pues no es posible. Es un proceso con logros y desafíos, altibajos y etapas que si intentamos saltar, aparecen hasta que las superamos.
Y para colmo, cerramos etapas cuando estamos listos, no cuando queramos. Además de estar dispuesto a mejorar, hay que tener paciencia (y decir que el cambio nos asustaba…).
Si quieres progresar, pensarás en tirar la toalla muchas veces. No sentirás que tu esfuerzo sea suficiente. Hasta serás víctima de tus propios pensamientos. Habrá grandes avances y días terribles, y tendrás que aceptarlo como parte del viaje.
Antes de cambiar para bien hay que aprender del progreso; y para aprender del progreso, hay que entender…que todo toma su tiempo y cada cosa tiene su precio.
Si no asimilamos, que la transformación comienza en el interior de la oruga, y no en su crisálida ni en el vuelo de la mariposa, no importa cuánto invirtamos en conocimiento y programas populares. Hasta entonces, seremos esclavos de un cambio sin dirección.
Luchar contra el universo es una carrera sin meta. Pero luchar contra ti mismo, por el tú que quieres dar al mundo, es de las decisiones más valientes que puedes tomar.Cindy Arias
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