¿Por qué somos agresivos?, ¿existen ciertas pautas para medir la conducta violenta?, ¿está esta predispuesta por los genes de cada persona?, y por último ¿cómo podemos actuar para reducir la agresividad en las siguientes generaciones?
[dropcap]L[/dropcap]a agresividad es uno de los problemas fundamentales que enfrenta la sociedad en el presente. Muchos se preguntan, si el ser humano es hoy más agresivo que en el pasado.
En principio, pueden distinguirse dos maneras de ser típicamente agresivas: la que proviene de los adultos y la que es propia de los jóvenes.
La agresividad de los adultos, si bien tan desagradable como la otra, es quizá más justificable. En este caso se suman insatisfacciones acumuladas a lo largo de muchos años, fracasos, sueños rotos, sueños que se dejaron morir sin más… Es el resultado de un rechazo al propio pasado, que no se puede o no se quiere asumir, y un temor aberrante al futuro, que aparece incierto, sin frutos apetecibles. Entonces estalla la agresividad ante todo y ante todos, porque todos tienen la culpa de lo que cada cual, individualmente, no pudo hacer. Hay que buscar un chivo expiatorio, y siempre es mejor que la víctima propiciatoria sea alguien diferente a uno mismo.
En el caso de los jóvenes, la agresividad es una máscara que cubre múltiples situaciones conflictivas. El joven es fuerte por naturaleza y necesita aplicar su fuerza en algo; si encuentra cómo dirigirla inteligentemente, se convierte en un hombre realizado; si no encuentra cómo expresar tanta y tanta energía, la vuelca contra los demás y contra sí mismo bajo la forma de agresividad.
El futuro incierto.
El joven tiene la vida por delante, como tantas veces suele decirse, es cierto; pero lo que tiene delante no le ofrece ninguna seguridad. Tampoco sabe con certeza si va hacia adelante, o si simplemente va hacia alguna parte. No confía en las generaciones precedentes, pero tampoco sueña con las venideras, en tanto aguanta a duras penas a los que comparten sus propios problemas y su mismo esquema de vida. El joven se siente acorralado por un conjunto de inseguridades –la primera de todas en él mismo– y por un cúmulo de desencantos prematuros que van a dar irremediablemente en la desesperación. El fruto inmediato de esta desesperación es, precisamente, la agresividad. Todos tienen la culpa de su desaliento, y cuando ya está harto de culpar y agredir a los demás, le toca el turno de volverse contra sí mismo. De allí la anormal cantidad de suicidios que se dan entre los jóvenes; suicidios sin causa aparente, pero que, sin embargo, se han gestado durante mucho tiempo en el interior de los que se sienten «fuera del mundo».
El elemento más destructivo en la mente humana es el miedo. El miedo crea agresividad.Dorothy Thompson
La escasa convivencia humana
Por una u otra razón, lo cierto es que nos ha tocado vivir una época de escasa convivencia humana. La agresividad ha reemplazado a la sensatez de la sabiduría.
Las soluciones no son fáciles, porque no pueden darse con rapidez, de la noche a la mañana, y porque no pueden aplicarse sin la colaboración directa de cada uno de los implicados en la cuestión.
En todo caso, la urgencia mayor se da a nivel de los jóvenes, de esa generación que dentro de no mucho habrá de hacerse cargo de la conducción de sus propios destinos y, por consiguiente, del destino de su época entera.
Es fundamental eliminar el «vacío», la falta de metas, de ilusiones, de planes, de estudios, de trabajo. Cada joven debe saber por qué vive, para qué vive y cómo vive. Nadie podrá evitar las tribulaciones y dificultades naturales de la existencia, pero al menos habrá un sentido de responsabilidad que permitirá afrontar con entereza cada uno de los problemas que surjan.
Cada joven debe saber por qué vive, para qué vive y cómo vive.Delia Steinverg
- Bibliografía:
– Extracto sacado del libro: Reflexiones de un filósofo. Delia, S. J. (2002).
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